Todos le veían bien, todos creían que sus problemas eran mínimos, y que no entendían que podía atormentar su alma. Durante tantos años ha soportado una carga excesiva, una responsabilidad que no era digna de su edad. Nunca disfrutó de su niñez como un niño más, tuvo que madurar de golpe y porrazo. Y cuando unos aún se divertían jugando con muñecos articulados, él se tenía que conformar con su imaginación.
Cuando los adolescentes se divertían siendo el centro de atención, con cualquier tipo de juego de la edad, él simplemente observaba, concentrado en sus problemas intentaba sacar una sonrisa para los demás. Los años iban pasando, y él siempre iba varios pasos por delante de los demás. Veía con envidia lo que le hubiera gustado vivir, lo que se escapaba a su forma de vida, y se rebeló, dio un golpe en la mesa y lo intentó, acabó metido en un mundo que no era el suyo, algo que no le interesaba pero que sacaba ese niño que necesitaba salir.
Un mundo de degradaciones, de auto mutilación que no le convenía en absoluto. Y como siempre había ido un paso por delante de los demás, paró en seco, salió de ese mundo en el momento que quiso, y pensó, dándose cuenta que había sido tal vez la idea más estúpida de su vida, pues tampoco había conseguido ser feliz.
Después de todo este embolado, se sentó a solas, en una habitación oscura, reclinado sobre la silla pensó en salir de esa situación por la fuerza, darse a la fuga de la vida terrenal y dejar ese dolor que le oprimía el corazón. Pero siguió pensando, y usó su mente para crear unos espaciosos muros, un magnífico pozo en el que soltar todos esos pensamientos, dónde iba parar cada cosa que en su vida podía afectarle, el lugar donde las penas se reunían para que a él todo le diera igual.
Solo cometió un fallo arquitectónico en ese pozo… se le olvidó crearlo sin fondo, o un sistema de reciclaje. Y después de que esa carga durara años, los muros se derrumbaron. Dejando salir todo ese sufrimiento que le había acompañado, gritando en la agonía de la soledad. Y su vida, su estructura, se vino abajo, ni por una causa ni por otra como algunos creían, sino por todo ese mal que había estado años.
Entonces la luz se apagó, y aunque sin fuerzas intentaba luchar, todo era tan difícil que él se rindió. Se lanzó de cabeza al vacío, dejando que todo ese malestar se apoderara de él.
Días más tarde resucitó, aunque no estuviera recuperado del todo, pero siempre es de bien nacido ser agradecido, y él lo es. Así que levantó la cabeza, miro al mundo a los ojos, y empezó a agradecer a cada uno de los que habían estado ahí, en ese gran momento de flaqueza, a cada uno que con unas pequeñas, o grandes según se mire, palabras dedicadas hacia su persona, le hicieron darse cuenta que no estaba solo, y que si necesitaba lucha contra todo lo que esos muros contenían, ellos estaban ahí.
Y solo por este motivo, él escribe ahora estás líneas… porque no hay nada en el mundo que más le llene el corazón que sentir el calor de otros seres, sentirse cuidado, y que por una vez pueda dejar esas responsabilidades de lado, y que otros hagan el trabajo que ha estado haciendo él durante tantos años. Y ahora descansa mi pequeño D.
Sigo para ser importante...
dijisteis que era para mí
dijisteis que era para mí