20 mar 2012

Historias para no dormir: Superhéroe

Mi historia comienza como la de cualquier hijo de vecino, me desperté una fría mañana de marzo, abrí los ojos antes de que el despertador sonara, como cada día la alarma debía sonar a las 6:30 de la mañana. Me levanté de la cama, directo al baño para cambiarle el agua al canario. Mientras dejo que mi orina se haga uno con el agua del inodoro, doy media vuelta al grifo de la ducha y dejo que vaya cayendo el agua lentamente.

Esto es necesario cuando vives en una casa del siglo pasado y el termo tarda lo suficiente en calentarse como para llegar tarde al trabajo. Una vez terminada toda la actividad en el cuarto de baños, recién duchado, me dirijo a prepararme el desayuno de los campeones. Como cada mañana 2 terrones de azúcar en el café, pero ese día mi mente privilegiada había vaticinado que algo especial iba a pasar, así que me eché 3 terrones. ¡Dios Santo, que despropósito!

Salí de casa con el tiempo justo, corriendo para coger el primer autobús que me dejara lo más cerca del trabajo. Todo normal, como de costumbre llegué con el tiempo pegado al culo, me senté en mi mesa escasos segundos antes de que llegara el jefe, como siempre maldiciendo los números de venta y a nuestros enemigos, los todopoderosos asiáticos. Da igual el producto que saquemos, siempre habrá un chino, japonés o taiwanés que lo hará mejor que nosotros y mucho más barato. El mundo laboral siempre lleno de tiburones, capaces de comerse a sus propios hijos para ascender.

A las 8:10, como cada día desde tiempos inmemoriales, llegaba Susana con su perfume inconfundible, con sus sugerentes andares, dejando ver su forma sexy, sus pechos turgentes desafiando la gravedad y su culo respingón. Y como siempre el jefe dejaba de vociferar para darle los buenos días de forma amable a esa belleza. Desde que llevaba en esa empresa no había ningún día en que hubiera llegado a tiempo… pero lo cierto es que a todos nos daba igual.

Como cada mañana tenía preparado un piropo para ella, en cuanto paso por mi lado, nos saludamos como de costumbre y le solté: “Princesa, no te dolió cuando te caíste del cielo?”. Tengo que confesar que la primera vez que le solté una cosa de estas, ella me soltó una buena hostia, pero bueno entiendo que decirle: “tus ojos son 2 luceros, tus mejillas 2 manzanas, que rica ensalada de fruta haríamos con mi banana”, no fue lo más adecuado.

Mi presagio parecía que se iba cumpliendo, me sonrió y además de ello, me toco el hombro. ¡Guaaau, loco! El hombro, creo que es lo más cerca que estaré de tener sexo con ella… ejem, bueno sigo. Llegaron las 11:00 mi hora del bocadillo, y eso es sagrado, el jefe lo sabe, pero si a alguien le gusta tocarle los cojones al jefe es a Fernando, y ese soy yo.



Cuando iba a salir por la puerta para ir en busca de mi super bocata de jamón serrano con queso y mi cappuccino, apareció don Ramón, con su sonrisa maléfica y un sobre entre manos, ese maldito cabrón me mandó al banco a ingresar una jugosa cantidad de dinero que debíamos a los proveedores. Por fin volveríamos a tener agua en la oficina, y no tendría que traerme mi propia botella que al final acababa siendo la de todos… hijos de puta.

Y ahí que iba yo a toda velocidad, si había suerte no encontraría mucha cola y tendría tiempo suficiente para comerme mi ansiada merienda. Entre en el banco, por los clavos de Cristo no había visto tanta gente haciendo cola en mi vida, igual regalaban caramelos y yo me lo había perdido. Tras media hora haciendo cola, mis 20 minutos de merienda habían desaparecido, por fin me tocaba… Si me tocó la cajera más inepta de todo el banco.

De repente y sin venir a cuento, pude oír como la cajera se tiraba a la suelo, la gente gritaba y yo con cara de pasmado no entendía nada. Al girarme pude ver ahí 3 delincuentes armados, con pistolas y una escopeta, sus caras emborronadas con una media… me dio la risa sin más, parecía una tira cómica de Mortadelo y Filemón.

Sin embargo comprendí que todo era real cuando uno de los atracadores me golpeó en la espalda haciéndome caer al suelo. Después de otra media hora tirado en el frío suelo del banco, viendo como los atracadores no eran capaces de dar una a derechas comprendí que eso era España, y que si fuera una película americana ya habrían salido de allí hacía por lo menos 27 minutos, con todo el dinero y habiendo reventado al menos 3 coches de policía.

Algo me carcomía la cabeza, algo me decía que era mi día especial y que podía hacer frente a eso, así que me acerqué reptando a uno de los atracadores, sin que se dieran cuenta. Me levanté a la velocidad de la luz y cogí por la espalda a uno de ellos, le tiré el arma al suelo y amenacé con partirle el cuello sino se entregaban…

Y aquí estoy, postrado en una cama de hospital, con un par de costillas rotas, me han sacado una bala del gemelo izquierdo, magulladuras por todo el cuerpo, la cara hecha un cuadro. Os preguntaréis si por lo menos detuve el atraco… pues no, los ladrones huyeron con cerca de 500.000 euros, y sí tuve mi momento de gloria en las noticias y en los periódicos como el gilipollas al que le pegaron una paliza por intentar evitar un atraco, y que además perdió un sobre con dinero de la empresa. Olé, olé! 


Heyyyy todos quieren a un superhéroe
que les arregle lo que ellos no pueden
muchas veces es mas simple delegar que afrontar la responsabilidad


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