30 de Mayo de 2012,
ya ha pasado un mes desde el fantástico rencuentro con los míos, J había
conseguido sobrevivir gracias a Z el ataque de unos soldados, que como a mí le
hirieron. JK se ocupó de escoltarlos hasta la batcueva, decidimos llamarle
así nos parecía gracioso y un poco de
diversión en estos tiempos de locura vienen bien.
Una vez allí J pudo volver a abrazar a su hermana, a todos
los demás, me dio las gracias por haberle acompañado, por no dejarle hacer el
tonto y cruzar el río a lo loco. Sin duda se le veía feliz, todo lo contrario a
que mí.
A mí esa situación me agobiaba, era un encarcelamiento, no
podía hacer nada más que esperar a que cayera la oscuridad y salir a buscar
algo de leña, o intentar traer algo de alimento antes del amanecer. La
situación en la ciudad era imposible para alguien que no estaba fichado, y que
posiblemente nos o me estuvieran buscando. Solo había traído desgracia conmigo
pensaba una y otra vez.
Jk reconoció en mi rostro que ahí me estaba ahogando,
mantuvimos una conversación fuera de la cueva hasta altas horas de la
madrugada. Intento consolar mi estado, intento hacerme ver que era mejor estar aquí,
viviendo de esta manera, que siendo devorado por cientos de zombies. Tal vez
tenía razón, pero mi mente me decía otra cosa.
Después de varias preguntas, me contó porqué todo estaba
revuelto, en la ciudad siempre había sido así, pero normalmente los soldados no
arriesgaban sus vidas fuera de ella, y a mi me habían perseguido hasta las a
fueras. Uno de los medico/científicos que estaba trabajando en la cura había
escapado, él y su ayudante habían escapado con parte de la fórmula, el gobierno
quería usar la cura como un medicamento de comercialización, de esta forma
recuperar económicamente todo lo que habían perdido.
Además la cura sería más parecido a un placebo que una
realidad, querían licuar tanto la formula que parara el proceso de zombificación
pero no eliminara el virus, de esta forma cada cierto tiempo deberían volver a
comprar, incluso podrían provocar otro holocausto “controlado” para volver a
llenar las arcas.
Después de contarme eso tenía claro quien era la persona que
había escapado, donde podía encontrarla. Cuando todos estuvieron dormidos,
preparé mi mochila, cogí mis armas, algo de comida y salí por la puerta, al
cabo de dar unos pasos, una figura femenina apostada en una roca me paro en
seco con un “A dónde crees que vas,
guapito…”
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