2 jun 2012

Holocausto: Vuelta a casa...


2 de Mayo de 2012, parece que el destino siempre es un trago amargo, sobre todo cuando alguien me rodea, sobre todo cuando pienso en que todo pienso en todo lo que hemos vivido J y yo. Por suerte ahora puede descansar, después de encontrar a parte de su familia, encontrar un sitio donde vivir fuera del alcance de los zombies, era mejor dejarle hacer su vida y no comunicar mis siguientes pasos.

Sin embargo para mi sorpresa obtuve un “Sam” a mi lado, Z por voluntad propia decidió seguirme, me amenazó con delatarme si no le dejaba ir conmigo, quería desintoxicarse un poco de la ciudad flotante, aunque sabía que dónde iba era casi peor que de donde estaba escapando.
La realidad es que no me apetecía discutir, y siendo francos ella me ayudaría a salir sin ser visto de forma mucho más fácil. Tenía transporte, un pase vip que le dejaba entrar y salir de la ciudad cuando quisiera, y yo solo tenía que esconderme bien en la camioneta para pasar el control hasta el pequeño puerto, dónde anclaba su lancha.

Así fue como emprendimos el viaje de vuelta, en horas estuvimos de nuevo inmersos en el holocausto, era extraño, había menos zombies, muchos parecían haber muerto. Aunque como puede morir algo que ya está muerto si no es con un tiro en la cabeza, me preguntaba. Lo cierto es que parecía que la inanición que sufrían les hacía mucho más dóciles, podíamos ver a muchos de ellos arrastrarse por la tierra.
Z sacó sus armas y estuvo a punto de disparar, suerte que para detenerla estaba yo. Imagínate el alboroto, que los podridos por muy mal que estuvieran siempre son jodidamente peligrosos. He visto a uno de esos asquerosos correr hacia a mi con los tobillos rotos, apoyando el muñón en el suelo como si fuera lo más normal del mundo.

No nos costó demasiado encontrar un vehículo con el que movernos por aquellos parajes, cada vez era más desolador, no recordaba la isla tan destruida, no había pasado tanto tiempo y parecía que hacía años que no pisaba ese lugar. Impresionaba a cada metro, cuerpos calcinados por todos lares, edificios derruidos, Z se sentía cada vez más insegura, agarraba su pala con fuerza como si eso le diera más protección.

Cruzamos por medio de Nueva Esperanza, un horrible espectáculo de cuerpos crucificados, montones de podridos acumulándose, un olor nauseabundo, a lo lejos divisamos un pequeño grupo, no podíamos distinguir si eran personas o no muertos, Z me instó a que fuéramos a cerciorarnos, no le hice caso, este era mi territorio y sabía que la locura había consumido a muchos aquí, y esas crucifixiones no atribuían nada bueno. Nueva Esperanza había cambiado demasiado.

Después de unas cuantas horas al fin llegamos a nuestro destino, dejamos el coche en un lugar seguro, camuflado con matojos y ramas. Z no entendía porque habíamos dejado el transporte seguro y nos adentrábamos en un bosque casi anocheciendo. Cuando la salve de una de las trampas que yo mismo había colocado lo comprendió todo. Conocía ese lugar como la palma de mi mano, y esperaba que N no hubiera contribuido a tener un acceso aún más dificultoso.

Por suerte para nosotros conseguimos llegar hasta la casa sin problemas, algún que otro sustillo, algún que otro animal que nos hizo estar en tensión pensando que podía ser un podrido apunto de atacarnos. Pero llegamos al refugio sin rasguños, me asome por una de las ventanas, la hoguera iluminaba un poco la estancia, podía ver a N en la mesa sentado, de espaldas a nosotros.

Ya en la puerta tocamos, un par de golpecitos a la antigua usanza en la puerta, hacía tiempo que no usaba esa forma para entrar en una casa, o entraba a la fuerza o la puerta estaba abierta, desde lo alto de la casa pude ver como E nos estaba apuntando, sorprendida de verme aún con vida aviso a N de nuestra presencia.

N abrió la puerta con incredulidad y cierta reticencia, pero no podía dejarme ahí fuera así que nos dejó entrar. Ahora me quedaba lo más difícil explicarle a N el motivo de mi visita y conseguir mis propósitos…






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