20 nov 2008

D, El informante

Las 5 de la mañana, un despertador sonaba, resonaba en todo el edificio un pitido infernal que invitaba a levantarse cuanto antes, o al menos pararlo. Durante unos segundos siguió sonando, hasta D decidió pararlo.

Hacía horas que estaba despierto, hacía años que no dormía más de dos horas seguidas. “Las 5 de la madrugada… es hora de acicalarse para un nuevo baile” dijo en voz alta mientras cogía una bolsa de deporte. Salió por la puerta metálica del edificio, se enfundó los cascos y al son de la música trotaba rápidamente, melena al viento dejando ver su cicatriz.

Pasó por el callejón donde la tarde anterior había demostrado su maestría con la navaja, una sonrisa se dibujó en su cara mientras recordaba como aquel hombre le temía. D seguía corriendo por las calles, tenía un destino fijado y necesitaba llegar lo más pronto posible.

“Aquí estamos… Instituto Baviera, cuantos años de mi vida habré malgastado aquí dentro” pensó mientras resoplaba. D conocía cada rincón del instituto donde había crecido, cada vez que lo necesitaba acudía a las duchas del gimnasio. Entró como una sombra, burlando las cámaras de seguridad, ejerciendo una maestría digna de un maestro se coló en las duchas. “Y pensar que aquí tuve mi primera pelea enserio… ¿cómo se llamaba aquel chaval?” Recordaba en voz baja mientras abría todos los grifos de las duchas.

El vapor empezó a apoderarse de la estancia, D se introdujo dentro de la capa espesa de vaho, poco a poco su figura se perdía dentro de la inmensidad, cabizbajo dejaba que el agua recorriera todo su cuerpo, su voluminosa melena se empapaba lentamente del líquido incoloro.

En su mano derecha el cuchillo con el que ha había asesinado, poco a poco la llevaba hasta su cara, buscando con el reflejo de la hoja la cicatriz de su mejilla, cuando D la encontró, lentamente fue cruzándola perpendicularmente, dejando brotar la sangre por la herida y el hoja. “Solo quedan dos y todo esto habrá terminado… Madre, perdona mis pecados así como se los perdonaste a Padre…” susurraba mientras apartaba el cuchillo de su rostro, la sangre recorría a toda su mejilla, llegando hasta su barbilla donde desaparecía gracias a la presión de la ducha.

D se vistió rápidamente, miró su reloj y observo que le quedaban 10 minutos antes de que llegara el conserje al instituto. Salió a toda velocidad, asegurándose que lo llevaba todo consigo, en breves minutos sus pasos le habían llevado fuera del instituto. “Bien, es hora de encontrarme con un viejo amigo…” dijo mientras ponía rumbo hacia el sur de la ciudad.


Tapando su cicatriz con los mechones que su cabellera mojada le dejaba, caminaba lentamente entre las calles, a esas horas aún no había suficiente gente por la calle que pudiera incomodarle el paso, así de disfrutaba del frescor y la pequeña brisa que le acompañaban a cada paso que daba […]

Los parpados cerrados, la cabeza reclinada hacía el techo, un olor a café recién hecho le embriagaba los sentidos. D respiraba tranquilo, como si nada le molestara, con las piernas estiradas en otra silla, sus botas tejanas relucían con la luz de los fluorescentes.

- ¿Te pongo al más, D? (preguntó una voz brusca).
- Otro whisky doble
- ¿Otro? Son las 7 y media de la mañana, eres uno de mis mejores clientes pero no sé si debería.
- ¿Te digo yo como debes de tirar una cerveza? Entonces no me vengas con tonterías.

La puerta se abrió de par en par, una figura con aspecto de mendigo entraba por ella y se sentaba en el último taburete de la barra. Cabizbajo, si mirar a nadie más ordeno una cerveza y se apoyó en la barra. “Ponme la copa al lado de ese hombre” le ordenó D al barman. D se levantó lentamente, observando cada movimiento que hacía el tipo con pintas de mendigo.

Levantó levemente el taburete, no hizo ni un murmullo y se sentó al lado del tipo. “No necesito compañía, vete de aquí seas quien seas” dijo el mendigo. D sonrió levemente, reconocía al terco con el que se había topado. Saco una goma de su bolsillo derecho y se recogió el pelo y miró fijamente al mendigo.

- ¿Junior?
- Por favor, Nelson, llámeme D…
- ¿Qué coño te ha pasado en la cara? ¿Qué cojones estás haciendo aquí?
- Solo necesito una respuesta, ¿Dónde puedo encontrar a X?
- No me jodas… tu padre ya me jodió con esa historia de venganza. ¿Y ahora tú quieres acabar como él?

“Si no me vas a decir cómo puedo llegar a él, solo me queda una cosa que hacer aquí” dijo D mientras se levantaba, con un ágil movimiento cogió a Nelson de la cabeza y la espalda, le golpeo contra la barra y le desarmó en un pestañear de ojos. Mientras con el antebrazo le inmovilizaba contra el mármol, le apuntaba a la cabeza y susurraba: “Si quieres volver a casa, ver a tu mujer y tus hijos será mejor que cantes”.

“Cóbrame lo de este señor y lo mío… ya sabéis ninguno de los dos me habéis visto” dijo D mientras soltaba unos cuantos billetes encima de la mesa y salía sonriendo por la puerta, colocándose la chaqueta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se ha desmoronado la seriedad de la historia cuando me he imaginado a D tirando sobre la barra un puñao de Dakólares... xD


Pero sí, me gusta, estoy enganchada xD


Porcierto, aun te quedan Dakólares? recuerda que el mío se lo dí al Susu...

un besote amorl