17 nov 2008

D, El Legado

Tenía una mirada fría, ojos grises fijados en un punto como si de un francotirador se tratase, su pelo largo cubría su rostro mientras se apoyaba en la pared, resoplando uno de sus mechones volaba, apartándose de su cara. Dejando ver una cicatriz a la altura de su mejilla derecha. El tiempo pasaba lento, se encendió un pitillo con una cerilla, pero ahí seguía apoyando en esa misma pared.

Sacó unos cascos de su bolsillo, y lentamente fue acercándoselos a sus oídos. Justo en el instante en que la música empezaba a sonar, la puerta que estaba observando se abrió. Una figura con el rostro pálido salió rápidamente de allí, ataviado con una gabardina de piel negra y sin mirar hacia atrás, caminaba como si algo malo hubiera hecho.

En ese instante empezó a andar tras la extraña efigie, sus pasos eran tan veloces como sigilosos. En pocos segundos le había alcanzado y como si de una sombra se tratara no le perdía de vista. "Es hora de actuar..." pensó cuando divisó de reojo un callejón oscuro. Se puso al mismo nivel que su víctima y con un pequeño empujón lo lanzó contra una de las paredes del callejón.

Ahí le tenía atrapado, contra esa pared y con una buena presa no se podría mover por muchos intentos que realizara. En los ojos de su víctima se podía ver el miedo, sus piernas temblorosas y su voz quebrada intentaron llevar la situación.

- ¿Qué quieres, tío? No llevo nada...
- Veo que no me recuerdas... Pero dentro de nada sabrás quién soy, y lo que vengo a buscar

Se apartó el pelo de la cara con la mano que le quedaba libre, dejando ver su cicatriz, mirándole a los ojos con todo el odio que sus huesos podían soportar. "Y ahora te acuerdes de mí... Míralo bien, hijo de puta, pues será la última vez que lo veas" le dijo mientras acercaba su rostro.

Rápidamente los ojos del torturado se abrieron, parecía recordar perfectamente quien era, ahora sabía que el final de su camino había llegado. Mientras sentía como la hoja de un cuchillo iba introduciéndose en su garganta, susurraba sus últimasp alabras: "No lo hagas D... no te conviertas en lo que tu p...". Ahogándose en su propia sangre cayó al suelo, desplomándose y dejando en el suelo un reguero de sangre

"Mi padre estaría orgulloso de mí, pero no voy a cometer el mismo error que él..." dijo D mientras salía del callejón. Resoplando, caminaba lentamente entre la multitud... serio, apagado, triste hasta que un grito de horror le casó una sonrisa. "¡Por Dios! ¡Qué alguien llame a urgencias hay un hombre aquí tirado!".

"Dios se quedó hace tiempo sin invitación para esta fiesta..." susurró D mientras desaparecía por una calle oscura, sin luces. Parecía que todos los que pudieran haber habitado esa calle habían sido desahuciados, sin embargo para D, esta era su casa. Abrió una puerta de metal oxidada y subió por unas escaleras del mismo material, podía notarse que el tiempo había hecho mella en ellas.

Llegó a una estancia que parecía más acomodada, una cama, una mesa de madera calzada con un viejo libro, un hornillo y un armario empotrado. Encima de la mesa un par de fotos y un rotulador rojo. D se acercó hasta la mesa, cogió el rotulador y tachó una de las fotos. "Ahora solo quedan 2..." dijo en voz alta mientras suspiraba lentamente. Su voz cálida resonaba por todo el habitáculo, solitario como un lobo el eco se apoderaba de cada movimiento, cada ruido y sonido que surgía dentro de ese edificio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"¡Por Dios! ¡Qué alguien llame a urgencias hay un hombre aquí tirado!".

"Dios se quedó hace tiempo sin invitación para esta fiesta..." susurró...


Me ha encantao esa frase...

Sr. Román dijo...

"...cuando divisó de reojo un callejón oscuro..."

Anónimo dijo...

Se apartó el pelo de la cara con la mano que le quedaba libre, dejando ver su cicatriz...
Sigo diciendo harry potter xD

Sigue la historia, xq mola. Tiene cosas muy buenas.
;***