21 abr 2011

Holocausto: Nueva Esperanza


6 de Diciembre de 2010, tardé casi dos días en recuperarme de mi caída, el dolor de espalda había remitido, tenía el hombro al 100%. R era un auténtico genio con las medicinas naturales, hacía ungüentos para cualquier tipo de herida, golpe, quemadura, y en cuestión de horas sanaban. No me quiero ni imaginar que podría hacer con un poco de opiáceo…

J, aunque le estaba agradecido por haberme curado. También estaba algo receloso aún por haberle atado, aunque le explicó sus motivos extraoficiales, pensando que éramos saqueadores… J no era tonto y sabía que algo raro había. La suerte es que salimos de ahí armados, por lo menos yo. R, me regalo la escopeta que había usado para deshacerme de los zombies en su casa aunque el motivo no era para un enfrentamiento directo.

Aún no sabíamos si J se transformaría en un podrido, habían pasado 48 horas desde que le mordieran, y no había dado síntomas. También cabe la posibilidad que los sedantes que le dio R, hubieran entorpecido el proceso de mutación. Pero si el final era inevitable, tenía que estar bien armado para acabar con su sufrimiento.

Me pregunto si seré capaz, vale puede que se convierta en un zombie, y lo primero que hará será intentar comerme. Pero seguirá siendo mi hermano, por que no dejar que se alimente de mí… y yo… me transformaré como él. Se acabó el problema. Realmente no sería capaz de transformarme en un bicho de esos, si supiera que estoy infectado me pegaría un tiro. Y creo que J también lo habría hecho.
Pero cuando el mundo está sumido en un caos, has visto como tus amigos caían presa de los podridos mientras que lo único que podías hacer, era correr como un cobarde. Pensar que tus padres están más que muertos…  Te aferras a un clavo ardiendo para no quedarte solo en ese infierno. 

Después de varias horas caminando, llegamos hasta la carretera de nuevo, habíamos bordeado el pequeño arroyo, habíamos atravesado el campo tal y como nos dijo R, viendo verdaderas atrocidades cuerpos colgando de árboles, muchos de ellos sin cabeza. Ni el paraje ni el olor eran lo más alentador del mundo, pero si seguíamos el camino como tocaba, aunque nos atacaran zombies, no llegaría a pasarnos nada. Y así fue, un pequeño grupo de 4 infectados, perdidos por el monte, intentaron llegar hasta nosotros, sin verlas venir, varias trampas les atraparon y decapitaron, un espectáculo digno de cualquier carnicería dentro del circo romano.



Ya en la carretera, seguimos el camino que nos llevaría hasta la ciudad, aunque estaba demasiado cansado para seguir andando, la rodilla empezaba a darme problemas. Así que decidí pararme a coger aire y respirar. Necesitaba aliviar ese dolor que se genera en mis ligamentos… J estaba preocupado, pensaba que la espalda volvía a dolerme. Le tranquilicé diciéndole que era mi lesión de toda la vida. 

Nos sentamos en el suelo, el lugar estaba desierto, ni un coche, ni una persona, ni un ruido, y lo mejor de todo ni un zombie. En ese momento J me habló con sinceridad, sabía que algo no andaba bien y quería saber que pasaba. Había estado negando lo evidente, sabía que ese momento llegaría y tendríamos esa charla que me daba tanto miedo. 

No pude negarme, le expliqué todo lo que sabía hasta el momento de su situación. Le dije que creía que podía estar infectado, ya que tenía unas marcas de un mordisco cerca de las costillas. Él  bajó la mirada y decepcionado me dijo que esperaba que ya le hubiera disparado, sabía que había sido mordido, de hecho agradeció los cuidados de R y sobre todo el haberle atado. Me explicó que realmente su intención cuando me atacó en el arroyo era la de dejarme noqueado y a salvo en algún lado. Después de que todo se truncara, me hizo prometerle que le dispara en cuanto se transformara, de momento quería ayudarme a llegar a la ciudad… él aún mantenía la esperanza de encontrar a alguien con vida.

Después de esa conversación tan profunda, divisamos un tractor en medio del campo… Nos reímos a plena carcajada. Nuestra risa parecía cada vez más enferma, el eco nos devolvía la misma enfermedad. Un viejo tractor verde, bastante oxidado, pero nos sirvió, arrancó a la primera, me subí a la aleta de sus grandes ruedas. J me miró y me instó a que lo llevara yo, hasta ahora había conducido él… En realidad pensaba que no podía ser muy difícil llevar ese trasto, al fin y al cabo había jugado a muchos videojuegos. 

Pasamos por la entrada a la universidad, un cartel nos llamó la atención, Bienvenidos a Nueva Esperanza, se leía en letras grandes. No paramos… teníamos un objetivo y habíamos perdido demasiado tiempo.
Cuando llegamos a la entrada de la ciudad, desde lejos podíamos observar 2 furgonetas del ejército que cortaban el paso. La situación debía estar jodida para tener al ejército apostado ahí… cuando nos acercamos a una distancia que para nosotros parecía una eternidad, una voz potente guiada por un megáfono nos instó a que nos paráramos o abrirían fuego…

No hay comentarios: