24 abr 2011

Holocausto: No hay lugar seguro...

11 de Diciembre de 2010, que difícil se me hacen escribir estas líneas con las manos manchadas de sangre,  las últimas 24 horas han sido una completa locura. Desde que salí al pasillo y me encontré a N infectada y con ganas de arrancarme el corazón, comérselo mientras aún estaba latiendo e ir a por más víctimas, hasta hace escasos minutos. El olor de cuerpos quemados en medio de un campo de fútbol, el montón de cadáveres incinerados para prevenir otro ataque.

Después de sentirme como un asesino, y acabar a sangre fría con N, corrí hasta la habitación para despertar a J. El sonido de la bala, el fogonazo del disparo entrando por la rendija de la puerta, y el gruñido ahogado de un infectado muriendo, le habían despertado. Le encontré preparándose para lo peor.

No pude decirle nada a J, simplemente entré, cerré la puerta y él mismo vio que la situación no estaba bien, me preparé para salir de ahí, escopeta en mano y la pistola nuevamente en el cinturó, J llevaba el arma de JK. Cogí una cartuchera que me habían dado en la armería de Nueva Espanza… y sin mediar palabra salimos por la puerta. Tomé la dirección contraría del lugar donde se encontraba el cuerpo de N, y aceleré el paso.

A nuestra izquierda una puerta se abrió de repente, un niño de unos 7 años salió a toda velocidad chocando contra mí y tirándonos a ambos al suelo. Las lágrimas se habían apoderado de su desesperación, la luz de un relámpago nos hizo contemplar la desagradable escena, lo que parecía ser la madre del niño estaba devorando a una velocidad pasmosa el estómago de su marido. El niño no paraba de repetirle a su madre que parara, miré a J y él me entendió sin mediar palabra, cogió al niño en brazos y se lo llevó de ahí. Más tarde nos reuniríamos.


Entré dentro de la habitación cerrando la puerta, saqué la pistola de mi cinturón, en cuanto el zombie se dio cuenta de mi presencia, se giró hacia mí. Justo en ese instante apoyaba mi pistola contra su frente apretando el gatillo que le hizo libre de su enfermedad. El cuerpo del marido, extrañamente aún con vida, reposaba sobre el escritorio de la habitación, con un esfuerzo sobre humano me pidió que no le dejara convertirse en uno de ellos, cerré los ojos… Era la primera vez que mataba a alguien que aún estaba cuerdo, que aunque su cuerpo estuviera infectado, tuviera vida. Y aunque dudé, no le podía fallar en mi promesa.

No sé el tiempo que pudo pasar, tal vez no llego a ser ni una hora, o tal vez pasaron más de dos, pero después de tantos disparos, tantos cadáveres liberados de su cabeza para que no se levantaran nuevamente. Volver a ver una cara conocida era como un regalo del cielo, lástima que esa cara no duraría demasiado y además fuera la de E.

Cuando bajé a la planta baja, donde estaba todo el centro “tecnológico” de la planta, posiblemente el mejor lugar puesto que la armería estaba a dos pasos de ahí, para defenderse. No había nadie, el silencio me acompañaba a cada paso que daba, la sala estaba con las luces encendidas, por suerte no debía caminar a tientas. Podía oír como la lluvia golpeaba contra los cristales con fuerza, unos minutos en aquella estancia eran sobrecogedores. Tanto espacio y ni un alma, y detrás de mí podía oír como alguien se acercaba corriendo. Me giré y pude ver al cobarde de E, llevaba el pecho lleno de sangre, cojeaba de una pierna… pero aún seguía vivo. Detrás de él a lo lejos 3 o 4 podridos le seguían.

Empecé a caminar, cargando la escopeta, cuando estuve a su altura, E se apoyo en mi hombro y siguió corriendo, apunté, podrido tras podrido fueron cayendo al suelo.  Me acerqué hasta E que había cogido una silla y se estaba examinando la pierna. Cuando estaba a su lado, se giro hacia otro lado, dándome a entender que no quería mostrar su herida, lo que causó más intriga en mi persona.

Al conseguir que me dejara ayudarle pude ver el desastre que le habían hecho. Lo que no entendía es como podía seguir corriendo después de lo que vi, casi llevaba la pierna colgando, apenas le quedaba carne en el músculo del gemelo, se podía ver el hueso, los ligamentos que aguantaban su pierna… Di un paso hacia atrás, E se estaba poniendo muy nervioso, golpeaba la mesa. De repente vomitó cerca de mis pies, entre sangre y bilis, no creía lo que estaba viendo. Una milésima de segundo perdida y habría muerto… se había transformado un podrido delante de ojos y se lanzó contra mi cuello. Un segundo más tarde y posiblemente sería uno de ellos. Ese momento en que pude disparar y tumbarle de una vez por todas.

Y si la noche fue mala, el día no ha sido mucho mejor, recogiendo los cadáveres y llevándolos hasta el camión para llevarlos hasta donde iban a incinerarlos, cuando J encontró el cuerpo de N se lo expliqué todo, durante unas horas prefirió estar solo… Y yo nuevamente me he refugiado en mis notas.



Hoy acompaño de este vídeo que me sirve de BSO para el texto... me gusta más que esta misma versión de otro grupo que os iba a poner. Pero bueno los CommonPlaces no tienen nada por Spotify así que os pongo el vídeo.

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